la cuarta pata al gato

16.4.10

La chica de la librería

Me despertaron los gritos que venían de la calle. Pensé que seguramente era algún episodio normal de mi querida ciudad. Algún nervioso más, algún iracundo, algún orgulloso. Alguno queriendo demostrarse a sí mismo que es fuerte, pero los gritos reflejaban impotencia.
Me dieron ganas de levantar la ventana y decirle “no flaco! no sos más por hablar más fuerte! me podés dejar dormir?” Hubiera sido una linda escena, una escena insólita al menos. Pero ni así hubiera obtenido reacción. El señor continuaría con la misma actitud, le hubiera podido sacar un “no te metas” a lo sumo. La gente no sorprende. La provocás y provocás pero no sorprende.
Prendí la lámpara y me quedé mirando el techo un rato. Comí una gomita billiken de las que habían quedado en la mesa de luz. “Vamos a hacer plata.”
La plata que gano en la librería me alcanza para pagar mis gastos básicos y darme algunos lujos, comprar comida hecha por ejemplo. La otra noche compré comida hecha a un chino. La abrí y encontré una mosca muerta. Llamé por teléfono para quejarme, me pidió disculpas y dijo que probablemente en el transcurso del envío la mosca se había metido en la caja de la moto.
La gente no sorprende. Quién me va a sorprender? Se cumple lo que Fiodor dijo hace 150 años. Podrían hacerse cálculos y pronósticos exactos de todo lo que vendrá.
Pero me pregunto cómo hay seres tan raros. El tipo en Florida y Avenida de Mayo vestido como John Lennon, el que se sube al 103 con la guitarra y mientras hace equilibrio cambia canciones de Sui Generis por unas monedas. Cómo llegas a eso?
Si la gente no sale a la calle porque llueve o hace frío (teniendo paraguas y camperas), cómo llegás a eso?
Tratar de arrancar una reacción original es lo que me hace todavía mantener cierta chispa en los ojos.

Odio el sol

Se despertó agitado, sus piernas tensas, su corazón latiendo fuerte, y un dolor difícil de describir en la mandíbula. “Otra vez… debe ser que duermo demasiado”. Estaba acostumbrado a dormir 6 horas al día, pero los fines de semana, cuando apagaba el despertador…
12 pm. La luz que se filtraba por la ventana lo molestaba desde hace horas. El día ya había empezado hace rato pero él se negaba a aceptarlo. La noche se le hacía muy corta, y el día largo. El sol lo irritaba como un payaso chillón que lo persigue a donde quiera que vaya exigiendo una sonrisa.

15.9.09

La Mala va a juicio

En Tribunales este tipo de causas siempre quedan acumulando polvo por más tiempo del que deberían. Pero un buen día el Juzgado N° 31 decidió que era momento de poner en marcha el proceso. Dijeron que habían tardado tanto porque por error habían mandado la causa a un juzgado de menores. Ahora, había pasado tiempo más que suficiente para reunir las evidencias.

Iniciado el juicio, la Mala había pasado al estrado. Llevaba un saco marrón, jeans, botas, y el pelo atado de manera que se veía cada expresión de su cara. Se la acusaba de intento de asesinato agravado.

La víctima mostró sus cicatrices. Tenía una marca profunda que giraba en torno a toda su garganta. Además como prueba tenía un arma blanca con las huellas de la acusada.

La Mala explicó que la noche del presunto crimen, ella y la víctima se encontraron envueltos en una situación violenta en la que ambos fueron partícipes. Que la herida en la garganta era anterior a la pelea, y que simplemente se había abierto durante el forcejeo. Agregó que si bien estaban sus huellas dactilares, la blanca no era de ella.

Los miembros del jurado pidieron evidencias a la Mala de la participación de la víctima en la pelea. Si ambos participaron, ella debía tener alguna cicatriz.

La Mala dijo que tenía heridas, pero que cambió de piel, por eso no eran visibles.

El jurado decidió condenarla a la hoguera, ya que sólo las serpientes son capaces de cambiar de piel.

Y así una tarde de verano, la Mala ardió para la multitud. No gritó mientras se llenaba de magulladuras. Sonrió, como en los viejos tiempos de pieles rotas.

“Donde hubo fuego heridas quedan”, claro…

25.7.09

Cruda

Es difícil precisar el momento en que la relación empezó a desvirtuarse.
Una noche él había tenido la maldita idea de que salgamos con amigos. Fuimos a bailar y cien cervezas después, volvíamos.
Entre muestras “amistades”, una pendeja estúpida había quedado borrachísima y la llevamos con nosotros al departamento. Estaba casi inconciente, hicimos que se acueste mientras esperaba un remís.
Los dos entonados y casi solos tardamos dos minutos en calentarnos. Y él tuvo la brillante ocurrencia cogerme en la cama al lado de ella. “No da bebé, es una compañera del laburo”.
Y se enojó. Me sacó de la habitación de los pelos y empezó a pegarme. De hecho me cagó a trompadas como nunca en mi vida, por “puta desviada”.
Y ok, no es que antes de eso no haya existido violencia en la relación, pero nunca así.
Me acuerdo de la primera vez, le pegué un cachetazo perfectamente telenovelesco. Sus ojitos encendidos, vidriosos, él conteniéndose (en ese entonces era un caballero). Yo había descargado toda la bronca acumulada producto de las necedades que había estado escuchándole en esos días. Alguna vez me la devolvió.
Pero nunca habíamos llegado a nada así, que yo no pudiera controlar. Y no, no me gustó. Para peor mi nivel de alcohol era tal que no me podía levantar del piso. El tipo seguía, no me dejaba ir.
La estúpida seguía ahí desmayada. Un rato después llega por fin el remís. La despabilo, y con la excusa de acompañarla a la puerta aproveché para irme.
Caminé unas cuadras y me sonó celular. Era él, llorando “mi amor, te amo, volvé a casa, por favor mi amor volvé a casa”.
Pudo ser porque no venía el colectivo, porque tenía frío, o simplemente porque en esas épocas mi mente estaba bastante atrofiada, pero volví. Llegué y él estaba decaído, miserable. Fui a la cocina, agarré un cuchillo y empecé a tajearme el brazo frente de sus ojos, diciendo que todo lo que pasó fue mi culpa. Hice salir un poco de sangre y paré.
Él estaba completamente inmóvil, pero con una expresión de terror que nunca le volví a ver. Parecía que se estaba derrumbando por dentro. Me pregunté si además de las cervezas había estado aspirando sin que yo me diera cuenta. De a ratos parecía como si se ahogara.
Lo esperé media hora para asegurar que no iba a encontrarlo muerto al otro día, y después me fui a mi casa a dormir.

24.7.09

Veo veo

La permanencia logra que lo que una vez elegimos inocentemente, se nos vuelva en contra.

Estar feliz es por un rato. Es parte de la definición.
No voy a sentir lo mismo cuando escuché esa canción por primera vez, que llegada la quinta. No lo voy a sentir nunca más. Y está bien. Si sintiera esa misma felicidad cada vez que la escucho no querría oír una diferente. Habría de repetirla una y otra vez, sin conocer nada más. Cuando algo deja de hacernos sentir felices, es el pase que nos da la vida, para seguir, para ver más.
Confieso que el alma sensible no es tan lógica, y muchas veces siente culpa por estos hechos que se hacen tan simples y obvios. Y así estamos, yo soy una despiadada y vos sufrís, y yo sufro y me siento una pelotuda.
Pasarán el tiempo y los escombros del paredón donde una vez escribimos nuestros nombres, nos impedirán volver a transitar esa zona de la ciudad. Lástima, antes de que fuera demasiado tarde podríamos haber cambiado de canción.

Porque no digo que no seamos capaces de pasar años y años con la misma persona. Sí lo somos, pero tenemos que dejar de ser egoístas y aceptar el individualismo del otro. (Una de esas pocas cosas más fácil de hacer que de decir).

El frío nos hace quedar en casa en vez de ir a pintar nombres en nuevos paredones. Dos grados bajo cero. Sólo saldríamos en caso en emergencia. Si tenemos que ir a trabajar por ejemplo. Trabajar para comprar aerosoles con los que pintar paredones, algún día en que las condiciones climáticas sean las favorables. O trabajar para comprarme un par de guantes, así no hay necesidad de que calientes mis manos con las tuyas, y podamos hacer cosas mejores. Comprarnos guantes por ejemplo.

Voy a ver.

14.7.09

Chispitas

Ahora su falta de fe le hace escapar a todo pensamiento que vaya más allá de la punta de su nariz.
Pero se le rebalsan los ojos cuando piensa en la existencia de una mínima latente posibilidad de que otra vez pueda alquilarse un lugar.
Pueda cambiar de aire, pero en el pecho.
Cambiar el sabor amarguísimo del desengaño y la desilusión.
El agua podrida de las lágrimas estancadas.
La vergüenza del que fue vencido cuando se jugaba la espalda.
Salir de lo oscuro. Donde nadie lo ve, nadie lo toca, nadie le duele. Lo oscuro donde, desde sus pupilas hasta la punta de sus dedos, es todo de él.
La locura se asoma, con cuánta fuerza esta vez?
Qué pasa? Él no quiere contestar. No quiere saber. Él solamente quiere que lo dejen soñar… con ella.
Pero el pecho se le parte en mil pedazos (aún así no distingue la vida y la muerte).
El pecho se le parte en mil pedazos de sólo pensar en que podría respirar a través de los poros de esa otra piel. Poder dar, sin tener nada más que todo.
Pero la desconfianza lo llena otra vez, y prefiere desconocerse del asunto, dedicarse a soñar, olvidar los mil pedazos. Esos no son más que leña del árbol deshecho. Leña que arde, y que va a disminuirse, sin demasiado humo, a inertes cenizas.
¿Cuánto tiempo puede un corazón aguantar la respiración?

Jigsaw




11.7.09

Una historia de mierda

Esta es la historia de mierda en la que una noche, una mujer hace todo lo necesario para ser el amor de la vida de Jonny, y él no le pide el número de teléfono ni le pasa el propio. Le dice su mail y piensa: “si vale la pena, se va a acordar”.
Seis meses después le manda un saludo: anota en un papel “Cómo va?”, lo mete adentro de una botella y la arroja al mar.

Bernarda

Pero Pepe, a mí creés que podés desafiarme? Estás muy equivocado. Pensalo dos veces antes de abrir la boca, porque después no hay retorno. Uno es esclavo de sus palabras, ¿sabías? NO! No te voy a escuchar porque ahora estoy hablando yo! Te metés la lengua en el culo! ¿Por qué me tengo que bancar que me tomes por pelotuda?
Mercedes vení para acá. ¿No es cierto que yo cada sábado iba a lo de Alejandra en colectivo? ¿ no me preparabas el desayuno antes de salir? ¿No tengo razón Mercedes? Contestá! No llorés pelotuda contestá o te pego un cachetazo! Pepe, todos los sábados tomaba el 36! Es simple, dobla por Rosario, y recién ahí agarra Acoyte, te lo firmo y te lo juro por la memoria de mi madre. Qué, ¿estoy loca yo? ¿Me estás tomando por pelotuda?

7.7.09

Fantasías animadas

¿Para qué resistirme? Si quiero pensar en vos, si no le hago mal a nadie.
Hoy vuelvo a ser tu enamorada. Otra vez nos imagino en la cama: vos besándome la espalda y yo quedándome dormida.
Tu temperatura.
Y nada más, ni siquiera tu voz.

Yo marco el minuto

“Andá” me decía, me insistía. Yo a veces sentía que se burlaba de mi confesión. Como que lo mío era pura espuma, que no me iba a animar. Pero yo ya estaba acostumbrada a que no esperen nada de mí, me conocía mejor.
Un día, después del finde, lo veo y le largo el rollo: “El viernes me mensajeó Gi, me la encontré finalmente”. Su expresión no fue precisa. Bronca creo. Nos subimos a un taxi y fuimos a su casa. No sabía qué esperar.
Me pidió que le cuente todo: “Hablamos dos minutos y me tiró la boca. Besaba bien. Tenía unas tetitas hermosas, me apretujaba toda, como para calentarme. Igual la que quedó re caliente fue ella. Me mandó dos mensajes ya, quiere que vaya a su casa a concretar.”
Se le notaba la calentura pero el orgullo pudo más. Le pregunté si estaba bien, me dijo que sí y sugirió que miremos una película.
Así fue, miramos una peli y me fui a mi casa. Lo dejé pajearse tranquilo, solo. Él sabía que si empezaba a juntarme en el círculo de Gi las cosas iban a ser muy distintas. Ella organizaba fiestas en su casa, de esas que todos los hombres quieren ir pero no quieren que sus chicas vayan. A mí esos prejuicios siempre me jodieron. A mí me va el amor libre “hay que probar todo”. De pronto vió que toda mi filosofía se le venía encima y se asustó. Error, o estaba conmigo o no estaba, y en este caso no le convenía.
Pero la verdad es que a mí tampoco. La idea no era que me ande cogiendo todas las semanas una persona distinta, quería tener a mi hombre, fijo.
Por eso al otro día le caí en la casa con ella, para ver si esta vez la calentura le pegaba mejor. Al principio se hizo el olímpicamente boludo, pero logramos convencerlo. Ya está, ya era de los nuestros. Ya tenía compañero de libertinaje.

5.7.09

El hombre brócoli


Lucky


I'm on a roll,
I'm on a roll this time
I feel my luck could change.
It's gonna be a glorious day
I feel my luck could change.

http://www.youtube.com/watch?v=ekn8_tmLrBo

Cabeceando el adoquín

Uno se tropieza con las historias de su propia vida.
Se tropieza como cualquier distraído caminando por la vereda. “Una baldosa levantada por la raíz de un árbol”.
Eso sos. O fuiste.

the bends

Mi cuerpo hinchado. Mi carne rebalsándome. Mi propia carne como una mochila pesada.
Deseo ser ligera otra vez, como en aquellas viejas fotos. Tan ligera que flotaba. Con lágrimas en los ojos, lágrimas en la cara, y en los pies. Ahí flotaba.
Deseo poder flotar en mis lágrimas otra vez. Que los movimientos no se me hagan tan difíciles. Todo denso excepto yo.
Ahora cuesta demasiado. Levantarse de la cama, levantarse de la silla. Dejar de comerme las uñas.
Y cruzo los dedos para que el milagro se dé. Ser liviana. Un día encontrarme con que lo soy. Y que las cosas no cuesten tanto.
Esfuerzo esfuerzo esfuerzo.

Todos los que no me apoyan porque quieren mi bien. Anclas. Cadenas que lastimas mis muñecas (eran las cadenas, no la hoja de afeitar).
La vereda que lleva a otra vereda que lleva a otra vereda. Que me dan ganas de seguir caminando a ver qué hay en la otra. Esa soy yo. Siempre buscando qué hay aunque se me rompan los zapatos.
Cometer errores equivalentes a un flechazo en el medio del pecho es un placer. Al lado de las cadenas, de los compartimientos, de las etiquetas. Las etiquetas que las quiero despegar, las despego pero queda la marca. ¿Por qué mierda pusiste una etiqueta ahí?
Es como si esta vez las lagrimas cayeran para dentro. Me inundan hasta desbordarme. Y no las lloro. Aún así no las lloro, las cargo.

Cuánto dolor que no me atrevo a dejar salir. Cuántas heridas, innumerables me marcaron. Cicatrizaron? Me animo a mirar? Otra vez como una avestruz “Ok miraré, desde debajo de la tierra”.

Conmoción me causa tu voz, esa maldita y constante voz, quejándose, sufriendo. Tu patética existencia haciendo ruido. Me da asco. Me da miedo poder ser como vos. Sí, me da miedo lo admito. Tu voz quejosa. Pesada.

Somos iguales.

Venas abiertas. Sangre. Golpe. Moretón. Mi sangre manchándome la piel. Fantasía recurrente del pasado. Fantasía no recurrente del presente: encontré una forma socialmente aceptable de masoquismo. Ja!
Malditos infelices. Prefiero abrirme las venas a ser así. No es socialmente aceptable pero es lo mismo. Malditos hipócritas. Infelices. Predican la infelicidad. Venden recetas que ya probaron y que no sirven. Traidores. Desechos de materia, servirían mejor como fertilizante. Cuántos ejemplos por seguir existen? Yo no encuentro ninguno? Veo alguno lejano, trato de correrlo, trato de alcanzarlo pero se va. Y quedo atrás. Sola. Tratando de no mirar a los costados, de no ensuciarme. Temblando cuando escucho tus pasos acercándose.
Pero no tengo que tomarlo como algo hacia vos particularmente. Está lleno de gente como vos. En todos lados. A vos por lo menos ya te tengo calada. Ya se cómo me hacés mal.

La cuarta pata al gato

Buscarle la cuarta pata al gato es una asignatura que todos deberíamos pasar antes de empezar a buscar la quinta. El gato rengo, la mesa chanfleada, mis papeles que se caen, se desordenan, se pierden. Antes de que venga alguno a venderme los suyos a u$s 1.99 a pagar en cómodas cuotas por el resto de mi vida.